viernes, 17 de abril de 2020

VALLEJO Y EL CHÉ FRENTE A LOS HERALDOS NEGROS





Guernica, Picasso, 1937


En estos días de soledad y de aislamiento, cuando el mundo se encuentra en un vaivén de incertidumbre ante el futuro, cuando nos enfrentamos (con miedo, incredulidad, angustia o cinismo, pero nunca con indiferencia), al fantasma de la enfermedad y de la muerte; hoy desde mi escritorio donde se amontonan los días, la nostalgia y las preocupaciones del alma, vuelvo los ojos hacia la poesía, como una tabla de salvación en medio del naufragio.

Es en lo profundo de este infinito mar de manifestaciones líricas, tan  necesarias, donde he regresado a dialogar con uno de mis más entrañables maestros: César Vallejo; poeta de lo humano, descubierto en mi adolescencia, durante mis días de estudiante, y cuya poesía vanguardista sacudió las membranas más recónditas de mi juventud inquieta, hundiéndome en sus versos llenos de dolor, rebeldía, angustia, felicidad, caos, belleza....un infierno de vida y muerte.

Hoy, en medio del caos de una pandemia biológica, psicológica y espiritual, transcribo este poema de Vallejo, para recordar la futilidad de nuestra existencia y que nuestras ambiciones destructivas de poder y grandeza (simbolizados en "Atilas", líderes históricos) traen consigo casi siempre un dolor tan incomprensible como el "odio de Dios".

El Ser Humano es un ser trágico, víctima de un destino incognoscible, como lo demuestran las biografías de tantos hombres y mujeres, cuya grandeza los ha vuelto inmortales. Uno de estos hombres, es el propio Vallejo. Otro de ellos, es el cubano Ernesto Ché Guevara,quien al despedirse de su esposa, nos legó a la humanidad, el tesoro de su voz recitando Los Heraldos Negros, Este archivo sonoro fue entregado por el ejército boliviano que fusiló al revolucionario, a Tristán Bauer, realizador de un documental sobre el Ché,




, .   LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!



1 comentario: